Estaba entrenando al equipo de la Universidad, uno de los
delanteros era Bolivar León, estaba en el servicio social, allá por la calle
América y Carlos Salazar, un día Bolivar me invito a su casa a comer, él era el
Director de la Casa Hogar de Nuestros Pequeños hermanos en Monterrey, ese día
conocí por primera vez la institución, volví otro día a saludarlo, seguía
conociendo un poco como funcionaba, la casa él como Director, podía mandar a
alguien a comprar la despensa, pero esa tarea la realizaba personalmente, yo me
ofrecí a ayudarle, pues no tenían carro, los jueves íbamos a Sam´s a comprar lo
de la semana, de acuerdo al cocinero y al rol de la comida el llevaba la lista
de compras, era poco al principio, se llenaba la cajuela y algo de los asientos
de atrás.
Luego me invito a entrenar al equipo para el torneo anual de
aniversario, acepte de inmediato, los metí a jugar a varias ligas, hicimos
varios equipos, de varonil, uno femenil, algo de otros deportes, un grupo de
danza, ocupe mi tiempo en entrenarlos de la manera más profesional, me sirvió
de terapia, trabajar con ellos, en su mayoría huérfanos, yo acaba de perder a
mi madre, por eso me sirvió.
Recuerdo que llegaría un camión completo de jóvenes para
estudiar en Monterrey, La casa hogar fue fundada por un Sacerdote, hace muchos
años, que pidió la custodia de un adolescente que le estaba robando de las
limosnas, luego le llevaron otro y luego otros y así llevaron más niños y niñas
fundo la casa hogar, le donaron o compro una hacienda en Miacatlan, Morelos la
cual tiene su propio Kinder, primaria y secundaria y a los jóvenes despues los
envían a la preparatoria a México, Monterrey o USA. Yo estaba colaborando en la
casa de Monterrey, por eso vez llegarían muchos jóvenes, le ayude al director a
comprar camas, y otras necesidades para los nuevos huéspedes.
Llego la semana del aniversario, viajamos en avión a México,
luego fueron por nosotros pernoctamos en un sector de Cuernavaca, a la mañana
siguiente fuimos a la sede, principal, la Ex Hacienda El Salvador, había sido
un ingenio azucarero, con un gran chacuaco, al llegar de película una barba
larga, un gran portón, de la época de la Revolución Mexicana, entrando a la
derecha un área de taller, mecánico y estacionamiento de los carros oficiales,
enseguida una pequeña clínica con pocos consultorios, atrás una iglesia vieja
que estaba por partirse en dos, pero sostenida con un cable de acero, luego un
gran comedor, con una cocina igual de grande, por la izquierda estaba un camino
a la escuela, las canchas deportivas; por el centro una entrada principal, al
llegar la cabecera de la hacienda con un patio central , construcción de dos o
tres niveles muy bonita, escaleras, arcos, eran oficinas, dormitorios, comisionaron a dos
chavos a que me enseñaran un poco más, fuimos al área de menores, luego al almacén,
los corrales de puercos, de gallinas, estanques de peces, y uno de ellos me
dijo, hasta donde alcance tu vista es de nosotros, había cualquier cantidad de
terreno, con diversos tipos de siembra desde arboles con fruta de la región,
hasta granos y semillas.
Entrenamos una semana, llegamos a la final, la perdimos,
llore, no estaba preparado para perder, sentía que teníamos equipo para ser campeón,
no fue así, ese mismo día por la noche fue la Boda de Bolívar en Cuernavaca,
eso me distrajo bastante, pues baile toda la noche.
Ya para regresar la Institución había designado una Suburban
para la casa de Monterrey, yo ayude a llevarla en ella nos regresamos.
Así, seguí otro año más quería sacarme la espina, quería ser
campeón del Torneo de Aniversario de la casa, se estaba abriendo una oportunidad para ir a otra Casa a otro país no se concreto.
El Director se fue a vivir a la
cuadra, en una casa de renta, además que fue primero mi compañero, jugador,
jefe , se hizo amigo de mi papa, de mi familia y de mis vecinos.
Seguí entrenando
a los equipos, participando en varias ligas, ya conocía más preciso la operación,
de la casa, convivía diario, comía, cenaba, aportaba algunas ideas, llego el
torneo más importante, no fui campeón, pero al llegar a Monterrey, en la biblioteca,
se realizo un evento especial para mí, estaban
la mayoría de los jugadores, me regalaron una estatuilla conmemorativa de un
atleta de los juegos olímpicos , uno de
los chavos dio unas palabras al entregármelo, el detalle me gusto muchísimo,
pero el pequeño discurso me acuerdo me hizo llorar, dijo al dármelo más o menos
así: “Roberto en estos últimos meses para nosotros eres parte de la casa, eres
un hermano para todos nosotros, nuestro pequeño hermano” luego abrazos sinceros
y mucha amistad fraternal.
Gracias por la lectura nuevamente y favor de comentar.
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